domingo, 29 de noviembre de 2009

LOS PELIGROS DEL PENSAMIENTO MÁGICO

EL PENSAMIENTO MÁGICO

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¿Sabía usted, curiosa lectora, amigo lector que todos guardamos en lo hondo de la mente algún residuo de pensamiento mágico? ¿Qué es el pensamiento mágico? Es una forma de interpretar la realidad basándonos en ideas fantasiosas, mágicas. Por ejemplo, la señora que entra en sobrepeso y empieza a detectar los signos de la celulitis, ve por TV una propaganda que le promete bajar 10 kilos tomando sales, esencias vegetales traídas de la India (el exotismo vende porque siempre lo que está lejos es más desconocido), un cinturón que basta ponerle pilas y hace gimnasia por usted… esta noble señora que cree en todo cuanto ve en los anuncios embarga un sueldo de su esposo comprando estas chucherías para terminar comprobando, un mes después, que no rebajó ni un gramo y se quedó con la factura del milagro que deberá pagar (o pagó) en metálico contundente. Ni hablemos de las parapsicólogas que le dicen con quién le anda metiendo los cuernos el marido en las últimas semanas, adivinando a través de naipes que se trata de “una rubia” (como si hoy día quedaran algunas morochas), o los pastores y curas milagreros que imponen manos, venden algún cotillón del arsenal cristiano (agua del Jordán, piedras del Monte de los Olivos, rosarios bendecidos por algún monje un poco santón cuya historia es siempre nebulosa) para sanar los males, curar enfermedades o mejorar la alicaída economía familiar. Cuesta creer (sobre todo a mí, que no tengo un gramo de fe) que gente mayor, sensata en muchos aspectos de su vida caiga en estas verdaderas trampas de la fe, por miedo, por desesperación, por ambición o por culpas. ¿No sería mejor invertir ese dinero en un tratamiento serio? Muchas veces, también lo reconozco, la ciencia advierte las consecuencias o desenlaces de algunas enfermedades que por desgracia, hasta la fecha no tienen cura, y entonces la gente, desesperada, buscando una solución “más allá de la ciencia” se embarca en proyectos siempre costosos de recetas mágicas, desde la crotoxina, cuya eficacia como cura del cáncer ya ha sido desechada hace tiempo, los gorgojos, la cinta de tal Virgen, las pisadas de san Nicolás. A veces, tener demasiada fe también es peligroso. Imagínese que se le detecta una grave enfermedad y usted abandona el tratamiento médico para recurrir a una curandera o sanador. Está perdiendo tiempo precioso, el cáncer no se detendrá aunque el sanador se rece 120 rosarios de 15 misterios, no, el cáncer es implacable hasta con los papas, imagínese lo que será de usted. Habrá perdido un tiempo muy valioso, la enfermedad habrá avanzado y cuando de nuevo se acuerde de la medicina, ya será tarde, sólo recibirá el mal pronóstico y se le dirá que se prepare para el desenlace. Entonces vienen las quejas de vecina: “la medicina no sirve para nada”. Etc. etc. etc.. Ya ve, esa base de pensamiento mágico que arrastramos en la mente desde los tiempos en los que éramos poco más que animales, desde la prehistoria, desde los años de las cavernas, ese mismo residuo de pensamiento mágico se vuelve peligroso cuando estamos desesperados buscando soluciones desesperadas. Hay toda una caterva de vividores/as que especulan con esto, cuando usted cae en sus manos se sirven de su propio dolor para explotarlo, mentirle, estafarlos y en el mejor de los casos quitarle un sueldo, pero en el peor de los casos, le quitan la vida porque haciéndole perder tiempo valioso en la evolución de una enfermedad grave, le sacan la única chance que tiene de sobrevivir haciendo el tratamiento que corresponda.> Alejandro Maciel.